¿Padre es cualquiera?
No se es un papá a medias, se es y ya. Unos más diestros a la hora de tratar a un bebé y otros más inexpertos, aunque este tipo de torpeza puede ser parte del encanto natural de la hombría. Desde el mismo nacimiento de los hijos son capaces de sentir, no los dolores del parto -experiencia única e inigualable-, pero sí los "latigazos" de una nueva responsabilidad que no cesará ni un instante en la vida futura. Primero la alegría por el alumbramiento, luego, o a la par, ese sentimiento de que jamás volverás a ser tu dueño, porque hay quienes dependerán de tus actos para la eternidad. Es una sensación indescriptible, las mujeres tenemos lo nuestro, ellos asumen su paternidad desde el punto de vista de su género con una hombría hidalga y caballeresca, que en la mayoría de los casos está sazonada con los condimentos de las costumbres de cada región. Mientras las fuerzas y la inteligencia les alcanzan protegen a su prole, hablo de los que son padres. Muchas llagas llevan personas que han nacido huérfanas, aunque sus progenitores aún respiren. Esta crónica no es para ellos, es para los que visten camisas y pantalones de ternura y amor para sus hijos, es para los que no ponen barreras a la hora de querer, para los que aunque no besen mucho con los labios, lo hagan con sus ojos y con su ser. Hacen mucha falta en la infancia los mimos de patillas, esos que arañan pero que te recuerdan a cada instante que ellos están ahí, listos para cuando los necesites. Cada vez son más los que borran diferencias entre una madre y un padre, cada vez son más los hijos que prefieren ir a un médico o contar sus secretos a su progenitor, y no es que los de antaño fueran peores, es que los tiempos cambian y hoy se han traspasado las barreras de la desconfianza sin desvalorar el respeto. Y se sientan de tú a tú a conversar hasta de los temas más íntimos o las inquietudes propias de las diferentes etapas de la vida, sin tapujos, sin vergüenza, como con un amigo incondicional. Nadie mejor que un padre para un consejo sabio, porque aparte de la sabiduría que encierra viene limpio de falsedades y bajos sentimientos. Cuando se van, porque termina la vida, queda en sus sucesores una inconformidad enorme, la sensación de que ha partido la persona que más te quiso, de que nadie te dará esa protección que te acompañó mientras ellos estaban. Así es la figura paterna. Los que saltan por encima de convencionalismos, de rupturas dolorosas en las parejas, los que saben que responsablemente engendraron la maravilla en un vientre femenino y que en cada parto se hace el milagro: un hijo. Tomado del periodico GUERRILERO |
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