A lo largo de todo proceso social, se arrastran lastres que lejos de perfeccionar el funcionamiento de una sociedad común, la mutilan, denigran y falsifican a niveles insospechados.
Una de ellas, polémica, enrevesada y presta para la asunción de posturas verticalistas y ortodoxas, es la diversidad de criterios, o mejor aún la falsa unanimidad de los mismos, especialmente en planos decidores de nuestro país.
Y cuando digo esto, puede ser lo mismo en espacios gubernamentales, que hasta en la simple reunión de un sindicato en cualquier centro de trabajo. Nos acostumbramos a no practicar el derecho de plasmar nuestro criterio cuando este diverge de la mayoría, o cuando quizás esta lo tiene pero no se atreve a plantearlo.
Opinar diferente sobre un tema, que no es lo mismo que propugnar en contra de la Revolución, aunque no pocos lo traduzcan así, es una posibilidad que todo ciudadano cubano tiene sin que se le cuestione su afiliación política.
Es una sola Revolución, pero somos más de 11 millones que la pensamos y vivimos de maneras disímiles, sin embargo tratamos desde nuestra trinchera de mejorarla, perfeccionarla y debatirla con nuestras individualidades, con nuestros propios criterios, aunque siempre intentemos unificarlos.
Homogeneizar el pensamiento es negar la propia dialéctica de la vida, y pretender que hay una sola opinión respecto a un tema, muchas veces polémico y reflejo de diferentes puntos de vista, es negar nuestro propio desarrollo y empobrecer los derechos cívicos por los que abogamos durante tanto tiempo.
Existe el miedo infundado a las consecuencias de una postura divergente, que en muchas ocasiones consiste en pauta enriquecedora en el asunto a debatir, pero también existe el otro bien fundamentado cuando se toman erróneas decisiones y amonestaciones contra quienes "osan" plantear otra actitud.
Hemos traducido unidad en diferentes acepciones, entre ellas, igualdad de criterios, y nada más equívoco que asumirla así. De nada vale que apostemos todos por el sí en una cita determinada, cuando por los pasillos se piensa el no, un no sé, o mejor cómo perfeccionar la afirmación de ese sí.
Existe el voto a favor, en contra y la abstención, y ejercerlo no nos quita autoridad, ni unidad, y sí nos hace pensar en cómo perfeccionar los mecanismos para que esas votaciones sean algún día verdaderos sí.
No resulta ni siquiera cuestionar esencias, sino el de brindar soluciones, crear análisis que en un momento pudieron ser discrepantes, pero quizás de no haberse callado evitarían errores cometidos a lo largo del proceso revolucionario.
Pensar en maneras diferentes de perfeccionar la Revolución en beneficio de este pueblo, no nos hace menos revolucionarios, ni más débiles y desunidos. Apoyar en unanimidad una decisión que creemos presta a otros mejoramientos, o con la que tenemos nuestras reservas, sí.
El debate, la reflexión analítica de cada contexto tiene diferentes vías conductuales en cada persona, trabajador, gerente o líder político. Es un solo Partido, una sola Cuba, una sola Revolución, pero no significa con ello que neguemos la pluralidad de voces, cuando todas tienen el mismo objetivo, vivir este país desde y para sí. Tomado del Periodico : GUERRILLERO PINAR DEL RIO CUBA |
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